Vallecitos (1-2002)


Jueves 14 de enero de 2002
Salí de Aeroparque a última hora de la tarde y llegué al hotel de Mendoza justo para ir a cenar con el grupo de montañistas. El mismo está formado de esta manera: Niel, Phil, Gil y Aden son cuatro ingleses amigos entre sí. Bob es un quinto inglés pero no tiene nada que ver con los anteriores. Linda y Dexter son un matrimonio de Seattle, Lauri es una californiana. James es un canadiense de Vancouver que vive en San Telmo, Buenos Aires. Hay dos chicas argentinas (Rosana y Mariana) y este servidor completa el grupo. Los guías son tres, Adrián, de Mendoza, Alex, un francés de Chamonix que trabaja normalmente en el área de Bariloche, y Diego Magaldi, el guía líder.

Viernes 15 de enero de 2002
Lo que aún no he dicho, es que el objetivo de esta expedición es subir el cerro Vallecitos (5400 msnm) al sur de la ciudad de Mendoza. Esto tomará una semana, luego de la cual yo volveré a Buenos Aires y ellos continuarán rumbo al Aconcagua.
Por la mañana fuimos a alquilar el equipo faltante. En mi caso esto quiere decir botas plásticas dobles y grampones. De allí volvimos al hotel, almorzamos, caminamos un poco por la peatonal y a eso de las cinco de la tarde partimos rumbo al valle de Vallecitos
Llegamos al refugio, que es parte de lo que en verano funciona como un centro de esqui (el segundo más antiguo del país) y está a 2800 msnm. De aquí en más toda la carga será sobre nuestros hombros, o sea, no hay porteadores ni mulas ni caballos para cargarla.
El lugar es muy cómodo, tiene luz eléctrica, agua caliente, numerosos dormitorios y un amplísimo comedor. Dedicamos el resto del día a conocernos, tomar mate y admirar una tormenta eléctrica que se divisaba en el valle, seguramente sobre Luján de Cuyo.

Sábado 16 de enero
Nos levantamos sin apuro, desayunamos y nos dividimos la comida que vamos a portear hasta el primer campamento. La caminata fue muy leve pues entre el refugio y el campamento 1 hay sólo 300 metros de vertical drop (desnivel), o sea, el campamento 1 está a 3100 msnm. Allí armamos las carpas, dejamos la comida y salimos rápidamente con rumbo al refugio porque nevaba y hacía mucho frío.
El resto de la tarde fue lo previsible en un grupo de montañistas que está aclimatándose y a la espera de la oportunidad de lanzarse hacia la cumbre: té, charla, mate, juegos de naipes. Los ingleses me enseñaron un par de juegos y en uno hasta conseguí ganar una vez.
En el interior del refugio hay dos estufas a queroseno que nadie sabía como encender. Yo recordé las que en mi infancia calentaban la casa de mis padres y me dije que mucha diferencia no podía haber. Así que logré hacerlas andar, lo que vino muy bien para secar la ropa que se nos había mojado en el retorno bajo lluvia y nieve.

Domingo 17 de enero
El día amaneció –y habría de continuar todo el día-, hermoso, la antítesis de lo que fue ayer. El sol terminó de secar las cosas que se mojaron ayer, y al medio día salimos hacia el lugar donde ayer habíamos dejado armadas las carpas, o sea, nuestro campamento 1.
A los pocos minutos de haber partido, el guía que iba al frente decidió quedarse más atrás por lo que yo quedé al frente. Sólo Lauri, la californiana mantenía el paso. Lauri es todo un personaje: además de tener uma ressitencia impresionante, es capitana de bomberos en California, bailarina profesional de danza del vientre e instructora de montaña. Llegamos muy temprano ya que el tramo era corto. Almorzamos emparedados y dedicamos horas a charlar y tomar mate, lo que estamos haciendo en este momento.
Como a las tres de la tarde subimos un cerrito cercano, como aclimatación. Al bajar, me corté un poco solo para poder hacerlo rápido, a mi ritmo. Me crucé con un caminante despistado que resultó un ser un chico de Buenos Aires que andaba con mal de altura. Había dejado abandonada su carpa más arriba en la montaña y esa noche le dimos de comer y lo acompañamos. Tuvo que dormir a la intemperie –hacer un vivac, en la jerga- dado que no había espacio en nuestras carpas.
Hace ahora bastante fresco, ya que el sol se puso hace una media hora y la temperatura desciende dramáticamente a esta hora en la montaña.

Lunes 18 de enero
Amaneció lindo, aunque no tan notable como ayer. Desayunamos, levantamos el campamento, distribuimos las cargas comunes y partimos hacia el Campamento 2. No pasó mucho tiempo hasta que fue posible hacerse una idea cabal del estado físico de cada uno. Sacando Lauri, James y luego Bob, los demás no están para estos trotes y tienen poca experiencia –o ninguna- en montaña. Sus chances de alcanzar la cumbre del Aconcagua son bajas. Llegamos al Campamento 2 a 4100 msnm donde ahora estamos tomando té y preparando la cena. Una gran parte del tiempo en la montaña se invierte en preparar té y la cena, el desayuno y el almuerzo.
Una de las sorpresas con que nos desayunamos fue que Niel llevaba en su mochila dos libros, un cuaderno de tapas duras de cartón, dos lapiceras y un estuche plástico con documentos. Cabe agregar que Niel es un tanto obeso y su estado físico deja mucho que desear. Que haya pensado por un minuto subir una montaña con esta carga muestra su total inexperiencia. Le hicimos dejar todo en una bolsa, bajo una piedra para rescatarlo a la vuelta.
El sol acaba de ponerse exactamente atrás de Vallecitos, la montaña que subiremos, y el espectáculo es deslumbrante.

Martes 19 de enero
Hizo un viento fortísimo durante la noche que aún perdura parcialmente y que interrumpió el sueño de todos. Son las nueve de la mañana y aún no se ha levantado nadie más que este servidor que aquí se encuentra al firme, con la pluma en sus manos para compartirlo todo con ustedes. Pena que el frío y el viento sean indescriptibles. El pequeño río al lado del cual acampamos se congeló parcialmente durante la noche –le tomé varias fotos, y también lo hizo el agua contenida en nuestros dromedarios, como llamamos a las grandes cantimploras donde almacenamos el vital elemento.
Hoy es día de descanso, a mi juicio innecesario, pero los guías entendieron que es importante contar con un día flojo para las varias personas a las que el mal de altura tiene a mal traer. Sólo hicimos una caminata de aclimatación hasta 4600 msnm. Al retornar matamos la tarde haciendo lo que ya les dije que es norma en la montaña, tomando té y charlando mientras el sol avanza hacia el poniente.
Entre charla y charla, Phil nos contó que los libros de Niel no eran dos ¡sino cinco!, tenía tres más que no le descubrimos y el miserable no mencionó. Un lector fanático y como tal le tengo simpatía, pero un montañista totalmente inexperto y como tal me da bronca.
Mañana es día de cumbre, con 1300 metros de desnivel. Salvo un tiempo horroroso, nada nos impedirá hacer cumbre.

Miércoles 20 de enero
Nos despertamos a las cinco y media para salir a las siete. Hacía muchísimo viento y por consiguiente muchísimo frío. El grupo se dividió en tres subgrupos de acuerdo a su velocidad. Aden ni salió del campamento 2, Rosana y Niel retornaron a poco de salir. En el grupo del frente íbamos Lauri, James, Alex (el guía francés) y este servidor. Cerca venían Bob y Linda. Los demás bastante más atrás.
Cuando llegamos al col (paso entre dos montañas) perdimos la protección que una pared ofrece respecto del viento y quedamos totalmente expuestos al mismo. Soplaba a una velocidad de entre 60 y 70 kilómetros por hora según Alex. Costaba mantenerse en pie y había que tomar precaución al caminar para no ser llevado por las ráfagas. No se escuchaba casi nada salvo que uno tuviera al interlocutor muy, muy cerca.
Al retornar al campamento 2 nos enteramos que una de las carpas había sido arrasada por el viento, por lo que esa noche debimos redistribuirnos y dormir un poco más apretados. Muchos llegaron de vuelta al campamento en lamentables condiciones, yendo derecho a caer palmados a sus carpas.

Jueves 21 de enero
Hoy es el último día de esta expedición. Último día para mí, pues todos los demás siguen para el Aconcagua. Todos me han dicho cuanto lamentan que yo no sea de la partida, y Diego, el guía líder, me ofreció pagarme el hotel en Puente del Inca, con comidas incluidas y un remise al aeropuerto si me quedaba con ellos hasta el domingo. Creo que mis tangos, aunque mal cantados ayudaron siempre a mantener la moral y el buen humor y por eso Diego quiere que me quede. Me lo dijo explícitamente, que valoraba mucho el aporte de buena onda que yo le daba a un grupo muy bajoneado por el soroche. Pero lamentablemente no es posible, los compromisos laborales tienen prioridad, por supuesto.
Son como las nueve y aún no se despertó nadie. Me paro frente al sol, con las manos desnudas y las palmas extendidas, y siento que a través de ellas capturo la energía de sus rayos, que entra por mis manos y fluye por todo mi cuerpo. Escucho, lejanas, las voces de Shackleton y Weihenmayer que me felicitan y alientan. Doy gracias por no haber sentido absolutamente ningún efecto de la altura en ningún momento

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