Aconcagua (I) (1-2003)


Domingo 29 de diciembre
Llegué a Mendoza como a las nueve de la mañana, en el mismo avión que Marcos, otro integrante del grupo a quien aún no conocía y que me fue presentado por Adrián, el guía local que nos esperaba a ambos en el aeropuerto.
Fuimos hasta el Hotel Internacional, en el centro, donde conocimos a los restantes integrantes del grupo con el que compartiremos las siguientes dos semanas. Ellos son Robert Gardner, Jorgelina Pastoriza, Diego Alollio y Adrián Penzotti –los dos guías de montaña que nos acompañarán- El grupo se completa con Macarena, la novia de Diego Alollio.
Almorzamos juntos, empezamos a conocernos, y luego fuimos a alquilar equipo –aquellos que necesitaban algo, yo ya tengo mi propio equipamiento, completo y de mi propiedad-. Sin mayores demoras partimos hacia el centro de esqui de Vallecitos, a 2800 msnm (metros sobre el nivel del mar, de aquí en adelante lo abreviaremos de esta manera), donde yo ya me había quedado el año pasado. (¿Ya leyó mi crónica de esa expedición? ¿Qué espera?) y donde ahora estamos tomando té –la bebida montañista por excelencia-, charlando, escribiendo y profundizando un poco en nosotros mismos. Jorgelina y Marcos se conocían de una expedición –frustrada por el clima- al Lanín, todos los demás somos completamente desconocidos unos para los otros. Rob resultó amigo de Laurie Halas, una macanuda –y atractiva- californiana que vino conmigo a la expedición de Vallecitos el año pasado. Laurie es montañista, danzarina de danza de vientre, capitana de bomberos y si esto fuera poca variedad para una sola persona, escribe muy bien (ha compartido conmigo relatos de sus viajes y aventuras)

Lunes 30 de diciembre
Nos levantamos sin prisa y desayunamos ídem. Cerca del medio día, subimos hasta el primer campamento a portear equipo. Volvimos a dormir al refugio del centro de esqui. El grupo es bastante diferente en sus habilidades al del año pasado (no hay tan buenos ni tan malos como el año pasado) Se extraña a James y Laurie en la montaña.

Martes 31 de diciembre
Partimos una vez más al campamento inicial, con mal tiempo. A la tarde hicimos –hizo Diego- unas pizzas y terminamos celebrando en el final de una tarde fría, el año nuevo con vino tinto y pan dulce Canale a 3300 msnm. No dio para quedarse hasta medianoche despiertos, mucho frío.

Miércoles 1 de enero de 2003
Nos levantamos sin apuro para terminar partiendo del campamento 1 a las 11 de la mañana. Una mula cargará las carpas y la comida. Nos tomó cuatro horas llegar al Campamento 2 “El Salto” a 4200 msnm. Marcos no se siente del todo bien, se encuentra afectado por la altura. El tiempo está como de costumbre aquí, cambiante. Pasa de calor a frío o hasta lluvia en pocas horas. Cae el sol. Nos preparamos para la cena. Polenta o pasta, mucha variación no hay.

Jueves 2 de enero de 2003
Día de descanso en “El Salto”. Yo me levanté primero que nadie –a las 9, doce horas después de habernos acostado- y se me ocurrió limpiar de heces y basura un lugar que por estar muy protegido por una gran roca era ideal para cocina. No sólo nadie me agradeció el esfuerzo (cargar piedras a 4200 msnm no es cosa sencilla, recoger basura y heces ajenas no es agradable tampoco ni seguro) sino que Marcos, Adrián y Diego me maldijeron en cinco idiomas por haberlos despertado. Me disculpé, claro, dado que no se me ocurrió pensar que alguien podía estar durmiendo doce horas después de haberse acostado, pero parece que era el caso. Nadie usó el área que limpié lo que no me preocupó ni desalentó. Sé que otras expediciones en el futuro la usarán.
A la tarde hicimos una caminata leve. Al retorno medimos saturación de oxígeno en sangre y pulsaciones en reposo. Los números mostraban claramente la falta de condicionamiento físico del conjunto (pulsaciones en reposo muy altas una hora después de haber parado)

Viernes 3 de enero de 2003
Salimos a eso de las siete con el propósito de hacer cumbre. Casi todo el grupo en el cerro Vallecitos (5500 msnm) y Adrián y yo en el cerro El Plata (6000 msnm) –dado que yo ya había subido el Vallecitos el año anterior-. Nos dividimos a mitad de camino o antes, habiendo Adrián y yo perdido una importante cantidad de tiempo al mantener el ritmo del grupo hasta ese punto. Esa pérdida de tiempo la pagaríamos luego en alguna medida.
Llegados a un col o portezuelo, el camino a El Plata se hace interminable, ya que rodea la cumbre en no menos de 200 grados –o sea media vuelta y pico- para evitar la falsa cumbre, que implicaría subir y bajar para volver a subir, lo que es mortal para el cuerpo.
La realidad es que no pude más, llegué absolutamente a mi límite y sensatamente decidí volver, aunque me faltaban no más de 250 metros verticales. (No vayan a pensar que es poco, representan por lo menos una hora y media). Caso contrario hubiera tenido problemas para volver, o hubiera tenido que requerir la ayuda de Adrián. Y subir una cumbre es subirla y bajarla solo, sin ayuda de nadie ni siquiera para cargar la mochila de uno. Nunca un seis mil había estado tan cerca de mí, nunca había perdido uno por tan poco. No fue un fracaso de todos modos, pues hice 1600 metros de desnivel o vertical drop y superé mi punto más alto (Llegué a 5800 metros estimo, contra 5550 que tiene la cumbre de El Plomo en Chile, el punto de mayor altitud que yo había alcanzado hasta este día.) Pero en realidad, en este negocio del montañismo sólo cuentan las cumbres alcanzadas y eso yo no lo conseguí. Así son las cosas. Dios, el destino o la montaña tenían otros planes.
Retornamos al campamento a eso de las 19, o sea luego de permanecer doce horas en pie. Del grupo que fue a Vallecitos, Marcos se detuvo en el col a 5200 msnm, Rob hizo cumbre y Jorgelina casi (sólo le faltó subir un peñón rocoso en el final, cosa que Rob sí hizo). Macarena decidió volver aún antes del punto donde se detuvo Marcos.

Sábado 4 de enero de 2003
Aún luego de cenar ayer, con té y sopa, y aún después del desayuno de hoy, mi orina es amarilla fuerte como no la había visto nunca antes. Prueba de la total deshidratación con que llegué al campamento ayer. Tomé dos litros de agua en todo el día de ayer, cuando debí haber tomado unos seis, de ahí el problema y de ahí el haberme quedado a mitad de camino con el motor parado. Después del desayuno descendimos al centro de esqui (salteándonos el campamento 1 usado en el ascenso). Demoramos como cuatro horas pues la velocidad del grupo no es alta, ni siquiera en descenso. En el centro de esqui nos pusimos alguna ropa seca y nos subimos al transporte que nos estaba esperando y que nos llevó a Puente del Inca. Almorzamos en un restaurante en la ruta, primera comida con ensalada y postre en una semana. Camino a Puente del Inca paramos en Uspallata, una pequeña ciudad donde compramos algo de comer y varios llamaron a sus familias por teléfono. En Puente del Inca nos alojamos en el casino de oficiales de la guarnición allí existente. Durante todo el día bebí abundante agua y para el final de la jornada, ya había mi orina recuperado su color normal –casi blanco o transparente-

Domingo 5 de enero de 2003
Día de descanso en Puente del Inca (2720 msnm). Fuimos a conocer el famoso puente de piedra sobre el río Mendoza que da nombre al lugar. Y también a visitar los baños termales que allí hay y que yo había conocido unos treinta años atrás con Mamé y Ana en un viaje a esta región. Están tan lamentables y deteriorados como entonces o aún peor. No sé como alguien se puede meter en esas piletas deprimentes y totalmente arruinadas, tan ruinosas que presentan un espectáculo decadente y tortuoso, pero Diego y Macarena lo hicieron.
Saqué varias fotos, incluidas algunas de un hotel muy grande construido en 1905 y que fue totalmente arrasado por una avalancha en 1965.
En este casino de oficiales de Puente del Inca hay Direct TV (el ejército tiene el paquete completo, menos condicionadas, a cambio de acoger y cuidar la antena parabólica propiedad de Direct TV que recibe para todo el pueblo, así que una tarde nos vimos “The Last Castle” (El último castillo) con Robert Redford en el rol protagónico, una entretenida película de acción que mi lado castrense disfrutó mucho. Allí aprendimos una parte de la marcha de los Marines (cuerpo de infantería naval de los EE. UU., primera fuerza de choque o invasión que ese país tradicionalmente ha enviado a sus intervenciones en el exterior)

Dice así:

From the halls of Montezuma
To the shores of Tripoli,
We fight our country's battles
In the air, on land, and sea.
First to fight for right and freedom,
And to keep our honor clean,
We are proud to claim the title
Of United States Marines.

Desde los arcos de Montezuma
A las costas de Tripoli.
Peleamos las batallas de nuestro país
En el aire, la tierra y el mar
Los primeros en pelear por el derecho y la libertad
Y en mantener limpio nuestro honor
Estamos orgullosos de llevar el título
De Infantes de Marina de los EE. UU.

Continúa, pero el resto no conseguimos retenerlo. El uso que hicimos de la misma en nuestras marchas no implicaba identificación ideológica alguna con los Marines o sus intervenciones en el mundo. Sólo que como toda marcha militar tiene su fuerza, su ritmo y sirve para motivar en momentos de decaimiento físico.
La película la vi sentado al lado del capitán de la guarnición, un hombre joven e inteligente –notoriamente más capaz que sus subalternos, a quienes explicaba las sutilezas del filme, que claramente escapaban a las mentes un tanto simples de sus colaboradores.
Yo sé que contando esto me ganaré la crítica de muchos de ustedes que no sienten especial simpatía por los Marines. Yo podía no haber hecho comentario alguno, ignorado el punto y me hubiera ahorrado esas críticas de varios, por identificarme con lo que desde su punto de vista es “lo más recalcitrante del imperialismo”. Pero la verdad es que esto pasó, y no es mi intención contarles otra cosa que la verdad. Guste o no, una crónica no puede traicionar la realidad de los hechos.

Lunes 6 de enero de 2003
Partimos en un camión militar a Horcones, (2850 msnm) el acceso al Parque Provincial Aconcagua (Horcones está a no más de cuatro kilómetros de Puente del Inca). Desde allí y luego de hacer los trámites de rigor frente a los guardaparques, caminamos 38 kilómetros, desde 2800 msnm a 4370 (altitud a la que se encuentra Plaza de Mulas, campamento base del Aconcagua) Demoramos algo más de once horas. Marcos llegó muy cansado y último, pero llegó, que es lo más importante. En Plaza de Mulas uno puede quedarse en la romería que es el campamento- formado en esta época del año por unas 300 carpas- o en el hotel a unos veinte minutos a pie del campamento. Nosotros por suerte parábamos en el hotel. Entre Horcones y Plaza de Mulas, hay un campamento intermedio llamado “Confluencia” (porque es donde se juntan el río Horcones superior con el Horcones Inferior) que nosotros no usamos.
Desde Horcones se accede también a Plaza Francia, el campamento base de la temible Pared Sur del Aconcagua de la que hablaremos en detalle más adelante
Para ir a Plaza Francia, en confluencia se continúa por el valle del río Horcones Inferior, mientras que para ir a Plaza de Mulas se va por el valle del río Horcones superior (ambos ríos como creo que ya quedó claro, se juntan en “Confluencia”)
Hay un tercer campamento base para el Aconcagua que es Plaza Argentina, con un ingreso totalmente distinto, no se va desde Horcones. Plaza Argentina es la base para subir la vía conocida como “de los polacos”, intermedia en dificultad entre la Normal y la Pared Sur

Martes 7 de enero de 2003
Día de descanso en el refugio. Me levanté como siempre antes que nadie y me puse a leer “Music, Brain and Ectassy” de Robert Jourdain, un libro magnífico.
Una vez más, Marcos y Diego se me quejaron del ruido que hice –hice lo imposible por agarrar mi libro y mis zapatos e irme abajo, pero aún así interrumpí su frágil sueño, parece- por lo que me pidieron que me fuera a dormir a otro cuarto la próxima noche, lo que hice. Un poco me dolió –varios en el grupo roncan como troncos impidiéndome dormir durante horas pero esto parece no motivar comentario alguno-
No hicimos casi nada en el día como no fuera una caminata de veinte minutos hasta el campamento para conocerlo y para arreglar algunas formalidades con los guardaparques allí estacionados. Hay un puesto médico en el campamento y otro en el hotel -y un tercero en el campamento intermedio denominado “Nido de Cóndores”-. Los médicos tiene poder de policía y pueden ordenar la evacuación forzada de quien ellos consideren no se encuentra en condiciones de permanecer en altura. De hecho evacúan manu militari un promedio de una persona por día. Lo hacen en helicóptero de la gendarmería hasta la ruta (Horcones). El helicóptero es pago con el ingreso al parque, cien pesos argentinos para nacionales y 200 dólares para extranjeros. Con el cambio actual, una cosa representa siete veces más que la otra. Hay varios pilotos de helicóptero en Aconcagua, pero uno es el capo de todos. Le llaman “el monstruo”, y es un gordo impresionante de tupidos bigotes. Se dice que es el mejor piloto del país, el que toma los casos más riesgosos, el que ha realizado los rescates a mayor altura. Yo lo perseguí para sacarme una foto con él pero siempre que me acercaba al helicóptero, no era él el que estaba manejando. Escurridizo, fantasmagórico, esa evasión no hizo en mí más que aumentar el mito, transformarlo en un segundo Gardel.
Todos los años mueren algunas personas en Aconcagua, esto es inevitable, una cuerda rota en la ruta de los polacos, un edema pulmonar o cerebral, son moneda más o menos corriente. Este año la cosa viene muy bien, sólo murió una persona, un coreano. El accidente casi no puede calificarse de accidente de montaña. El nabo se subió a un boulder a sacar una foto y se cayó. Así de simple. Como matarse en la bañera, más o menos.
El hotel o refugio merece un párrafo aparte. Fue construido por un empresario vitivinícola mendocino hace unos años con un préstamo del Banco de Mendoza –propiedad del estado provincial- en tiempos de la gobernación de Octavio Bordón. De los cuatro millones de pesos o dólares prestados, se invirtieron sólo dos en el hotel (por eso está incompleto). Pero el Banco de Mendoza no recibió nada de vuelta, ni siquiera los dos millones. El dueño –que debe haber compartido los dos millones de regalo con el gobernador Bordón, otra no hay- ahora alquila el hotel a un operador al que le cobra un canon mensual. Se lo construyó a veinte minutos del campamento pues el camping está sobre un glaciar y el hotel había que construirlo sobre suelo firme, sobre roca y esto no abunda. Mucho del suelo que parece roca firme es sólo piedra sobre glaciar que está cubierto pero se mueve.
El hotel está decorado con decenas de banderas y camisetas con logos y firmas de las decenas y centenares de expediciones que por aquí pasaron. En promedio, sólo un diez por ciento de quienes intentan escalar el Aconcagua, consiguen tocar su cumbre. Encontré un pequeño banderín uruguayo con el nombre de Gerardo Ismach que vino tres temporadas (1996, 1998 y 2000), aunque no aclara si hizo cumbre. Pequeño y escondido el banderín, como corresponde al baj perfil profile que siempre ha caracterizado a mis compatriotas.
El comedor es bueno, las ventanas cierran perfectamente bien, permitiendo “ver” el frío y el viento a través de los cristales sin sufrir sus inclemencias. Pero nunca se construyeron los cielorrasos y lo peor de todo, los baños no tienen descarga, hay que cada vez desagotar en el inodoro un balde da agua, lo que es un tanto grotesco e innecesario.
La mitad de las 76 camas del hotel estaban ocupadas por 35 empleados de TV3, un canal de la televisión catalana que aquí está filmando un reality show llamado “El Cim” (la cumbre, en catalán) con tres chicos y tres chicas a un costo de 400 mil dólares. Charlamos mucho con ellos que son educadísimos y muy profesionales. Se trajeron toneladas de equipo en helicóptero, platos parabólicos varios, un gran generador y mandan el filme directamente a Barcelona por satelite ¡Y lo ven en tiempo real!
En el camino de Horcones a Plaza de Mulas, los guías nos hicieron cruzar tres ríos con las botas puestas, una decisión absurda y propia de quien no entiende lo destructivo que es para los pies el tener que desplazarse decenas de kilómetros dentro de una bota llena de agua. Felizmente las pude secar perfectamente en el refugio en una estufa a queroseno.
Los muchachos que atienden el refugio son notables. Jóvenes muy dispuestos que están todo el día atendiendo gente en castellano o tosco inglés, que se perdona totalmente por su positiva actitud.

Miércoles 8 de enero de 2003
Durante el desayuno tuve el placer de escuchar el CD que contiene los únicos dos temas que Astor Piazzolla y Aníbal Troilo grabaron en dúo de bandoneón. Una joya que me motivó para el esfuerzo que se venía.
Partimos del hotel hacia “Cambio de Pendiente” (también llamado “Alaska”), un lugar a 5200 msnm donde instalaríamos nuestro primer campamento. Hay un campamento anterior, más bajo, llamado “Canadá” (4910 msnm) que algunos utilizan pero dado que nosotros contábamos con la aclimatación de Vallecitos, esta parada no se hacía necesaria.
Hasta “Canadá”, Diego Alollio –uno de nuestros guías- me ordenó mantenerme dentro del grupo, lo que no fue del todo fácil porque caminar lento es tan ineficiente como caminar rápido. Felizmente de “Canadá” a “Cambio de Pendiente” me liberó y pude marchr con un grupo de alemanes que se movían exactamente a mi ritmo. Marcos llegó a “Cambio de Pendiente” muy cansado, muy en el límite.

Jueves 9 de enero de 2003
Día de aclimatación en “Cambio de Pendiente”. Marcos encontró su límite y decidió bajar. Aunque su resultado final no sea notable estrictamente hablando, hizo un encomiable esfuerzo pues había considerado volverse a Buenos Aires directo de Vallecitos, al no haber podido superar allí el col de 5200 msnm. Pese a eso, no sólo fue al campamento base o al refugio en Plaza de Mulas sino que inclusive subió un campamento.
Rob y yo tenemos fisiologías similares, ambos necesitamos siempre un día de descanso al llegar a una nueva altura, pero luego de ese día nos sentimos esencialmente bien.
Aunque a nosotros nos toma días y semanas subir el Aconcagua, un grupo de franceses del Groupe Militaire de Haute Montagne, un grupo de elite que en lo formal pertenece al ejército francés pero que en la práctica funcionan con todas las informalidades y excentricidades de los montañistas profesionales y de elite del mundo, subió del campamento base a la cumbre en cuatro horas y media. Pero unos años después, dos italianos establecieron el que por ahora es el récord definitivo. Tres horas y media del base a la cumbre. Unas bestias los tanos. Otro récord es el de la persona de más edad que hizo cumbre. Lo tenía un cordobés de 71 años, esos días que estuvimos nosotros, fue superado por un tano de 73. Tomá mate mi china, tomá mate.
Hablemos un poco de mis compañeros en detalle.
Marcos tiene 46 años, es porteño típico, soltero, vive en Barrio Norte, trabaja en el buffet del padre –también abogado- Jorgelina, soltera de 31 años, nacida en Tierra del Fuego pero radicada en Buenos Aires, es ingeniera electrónica y trabaja en Impsat, una empresa argentina de telecomunicaciones.
Un párrafo aparte merece Adrián, nuestro guía local, mendocino de 26 años. Siempre de buena onda, siempre con ganas de seguir, capaz de caminar al ritmo de todos, sea que anden rápido o más despacio, me acompañó –él y yo solos- en los intentos de cumbre tanto en El Plata como en Aconcagua. Volvería sin duda a subir montañas con él y espero que así suceda.
Otro párrafo aparte merece Rob, americano, químico farmacéutico retirado radicado en Florida cerca de Boca Raton, un barrio muy concheto. Rob sólo salió de los EE. UU. unas tres veces a México y una a Canadá. Vivió en varios lugares de EE. UU. por su trabajo y es en todos los sentidos imaginables, un norteamericano típico, con valores norteamericanos, ambiciones norteamericanas. Uno de sus hijos, el mayor, acaba de enrolarse en la Infantería de Marina de los EE. UU. (the Marines). Esas personas en general escuchan lo que dice el Departamento de Estado en su página web y ni remotamente se largarían hoy en día a un país como la Argentina. Rob se jugó y lo hizo, vino sin saber siquiera si podría comunicarse con sus compañeros de expedición –felizmente para él y todos, no había ninguno que no hablara inglés correctamente- Cuando llegó a Mendoza, no sabía en realidad si alguien lo estaría recibiendo o todo había sido un gran fraude internético y lo dejarían varado en una ciudad del interior de un país desconocido y en crisis. Creo que hizo un notable esfuerzo de apertura a cosas nuevas que merece ser valorado, que yo valoro y aprecio. Llegó hasta “Berlín”, lo que no es poco. Y fue un excelente compañero de carpa, siempre dispuesto a salir él a vaciar botellas de pis o buscar algo en el medio del frío.
Diego Alollio tiene 34 años y es guía de montaña. Tiene claramente una mayor formación teórica que Adrián pero también una menor formación práctica en estas montañas. Es instructor de NOLS, una especie de boy scouts americanos, aunque sé que a Diego no le va a gustar esta simplificación.
Macarena, que tuvo que dejarnos por motivos personales después de Vallecitos es chilena y tiene 28 años. Es la novia de Diego. Onda chica de Las Condes, vio. (equivalente del Barrio Norte porteño)

Viernes 10 de enero
Partimos de “Cambio de Pendiente” a “Berlín”, el segundo y último campamento de altura, a 5900 msnm. Llegamos todos los que salimos de “Cambio de Pendiente”. “Berlín” es notablemente menos confortable o humano que “Cambio de Pendiente”. Hace allí mucho frío, estar en la carpa es aburrido y estar afuera incómodo. No hay espacio para salir a caminar pues el lugar tiene una superficie limitada y está en su totalidad lleno de carpas.

Sábado 11 de enero
Sólo Jorgelina decidió probar cumbre ese día. Salió con Diego y llegó poco más allá de Piedras Negras a 6200 msnm. A las diez y media estaban de vuelta. Rob y yo nos quedamos pues una vez más, los dos sentimos que necesitábamos un día de descanso al alcanzar una nueva marca de altitud. A la tarde, Rob bajó al refugio en Plaza de Mulas acompañado de Cesar, uno de los porteadores de equipo. Esto implicaba arrojar la toalla y otorgar la pelea. Jorgelina y yo nos quedamos, con la intención de volver a probar cumbre el domingo.

Domingo 12 de enero
Segunda noche en Berlín. Jorgelina decidió no salir, yo fui montaña arriba con Adrián. Diego se quedó con Jorgelina. Tanto ella como yo lo notamos notoriamente cansado –a Diego- lo que no tiene nada de malo, los guías también son humanos.
Diego me trajo muy amablemente té y budín a mi carpa como desayuno. Salimos con Adrián a las siete. Pasamos Piedras Negras, luego “Independencia” – el refugio más alto del mundo a 6370 msnm, y luego avanzamos a “Portezuelo del Viento” a aproximadamente 6450 msnm. Independencia no es usado ya como campamento para dormir y así acortar el brutal esfuerzo que significa ir de “Berlín” a cumbre, pues si ya es difícil dormir en “Berlín” (5780 msnm) es casi imposible hacerlo en “Independencia” a 6370.
Antes de salir de “Berlín”, Diego me dijo: “No te olvides de volver en hora como para..”., lo que quiso decir fue: “Por favor no intentes cumbre, pues todos estamos podridos de la montaña y queremos bajar”.
A mi me quedaban dos alternativas, o hacer la individual e intentar cumbre –lo que implicaba volver a dormir a “Berlín”, ya que es imposible hacer cumbre y bajar a Plaza de Mulas el mismo día o permitir que se hiciera realidad el deseo de Diego y todos pudieran bajar a Plaza de Mulas ese día, volviendo antes de la cumbre. Rob y Marcos ya estaban en Plaza de Mulas y seguramente aburridos allí. Además, en Mendoza Diego iba a reencontrarse con su novia Macarena, lo que comprensiblemente lo motivaba mucho a bajar (si uno tiene poco más de treinta años como Diego y ella luce como luce, esto es totalmente natural, créanme)
Opté por lo mejor para el grupo, aunque francamente, estaba igual o mejor que la mayoría de los otros veinte montañistas –noruegos, argentinos y españoles- que en el Portezuelo decidieron continuar a cumbre. Salimos con Adrián una media hora después que los noruegos y para “Independencia” ya los habíamos alcanzado. Pusimos dos horas y 45 minutos hasta ese campamento alto, lo que es totalmente correcto y dentro de un plan que permite intentar cumbre.
Empaqué todas mis cosas en “Berlín” y con Adrián y Jorgelina bajamos hasta el hotel, donde llegamos como a las 19. Yo llegué totalmente destruido, caminando sin fuerzas y como borracho (lo que no es de sorprender, dado que no había comido casi nada y había realizado un brutal esfuerzo).
Rob nos esperó horas en la puerta del hotel para sacarnos unas fotos que seguramente son notables, que reflejan como ninguna otra la cara de cadáver que yo tenía al llegar.
Yo no pude dormir mucho tampoco esa noche, pues el cuarto es colectivo y varias personas roncaron como troncos otra vez.

Lunes 13 de enero
La notable cena del hotel y el también notable desayuno así como la noche de sueño, recuperaron maravillosamente mi organismo. A las 10 partimos del hotel rumbo a Horcones. Yo me largué solo por dos motivos, uno que no me banco caminar a ritmo medio del grupo que para mí es lento e ineficiente, y porque no estaba dispuesto a repetir la tontería de mojar las botas (Crucé todos los ríos descalzo sin problema alguno, lo que era obvio pues el lecho es de cantos rodados)
Llegué a Horcones bastante antes que todos y esperé comiendo y charlando con Gustavo, el chofer de la camioneta que allí nos aguardaba. Gustavo es un hombre simple y trabajador, nada deportista ni intelectualizado, que pone mucho esfuerzo para mantener a su familia. Tiene mucho más para enseñarle a uno que otra personas a las que la vida les proporcionó mucho mayores oportunidades.
Pasamos por la guarnición militar a retirar algunos bultos que allí habíamos dejado, así como para levantar los que habían bajado con las mulas ese día desde el refugio. También nos sacamos unas fotos con el soldado González, a cargo de todos los servicios del hotel militar.
Llegamos al Hotel Internacional en Mendoza como a las once de la noche. Nos bañamos todos y nos encontramos en un restaurante frente al hotel a comer como Dios manda, lo que en mi caso significa pescado y ensaladas de verduras (En Puente del Inca nos habíamos comido un lomito, equivalente al chivito uruguayo, con carne vacuna y huevos)
Luego de una cena regada por dos botellas de buen tinto mendocino -elegidas por Jorgelina que es sommelier o enóloga-, terminamos la noche a la una y media en una heladería, tomando helado en una mesa en la vereda, rodeados de parejas que se iniciaban en la intimidad, un grupo de amigas a la búsqueda de un levante, algunas familias. Dos músicos o juglares alegraban la noche y pasaban la gorra.
Le dije a Rob que comparara la realidad que estaba viviendo con los terribles reportes del Departamento de Estado norteamericano sobre la Argentina que se encuentran en Internet y a los que tantos americanos creen a pie juntillas. ¿Ves cuanta mentira se dice, Rob? ¿No será que parte al menos de lo que ese departamento nos dice sobre Irak también es falso?
Martes 14 de enero.
Volvimos a Buenos Aires Marcos y yo, los demás se quedaron en Mendoza. Yo no estaba dispuesto a permanecer allí ni una hora más que lo mínimo indispensable. Mis vacaciones son para subir montañas o correr maratones, no para no hacer nada en ciudades del interior. Para eso prefiero volver a la oficina. Quería volver en el día a Kraft, pero una demora de cuatro horas en la partida del avión, me lo impidió.
Terminé llegando a casa como a las nueve de la noche, y quedándome a charlar y compartir vino con una pareja de amigos que se encontraban cuidando la casa.

Hablando de equipamiento:
Intentar subir el Aconcagua de una manera profesional e inteligente, implica ponerse arriba al menos un millar de dólares, si no más. Empecemos por el pecho: uno debe llevar cuatro pieles o capas, la primera pegada al cuerpo e inamovible durante toda la expedición, la segunda al igual que la primera es de polipropileno, algo más abrigada y no ajustada a la piel. La tercera es una campera polar y la cuarta una chaqueta cortaviento de Gore-Tex (marca registrada que permite al tejido respirar pero lo hace impermeable a la lluvia, o sea, el líquido pasa en un solo sentido, de adentro para afuera). Hay una quinta campera que rarísima vez se usa con todas las anteriores (salvo quizás al principio de un día de cumbre, cuando se alcanza el máximo frío) pues parecería uno el muñeco de Michelin. Esta es una campera de duet o pluma de ganso (también hay en fibras artificiales, pero ni siquiera la tecnología del siglo XXI ha conseguido fabricar un aislante más efectivo que las plumas del noble animal con nombre de tonto). Las camperas de pluma de ganso se clasifican según el tamaño de la pluma usada en su fabricación. Cuanto más chica la pluma, más calidad y aislación, mayor el número identificatorio (llega a 700 como en mi campera, cuando se usan las plumas del cuello)
Vamos ahora a los miembros inferiores: Primera capa similar a la del pecho, también pegada al cuerpo. Luego dos capas más, una más abrigada que la otra y finalmente un pantalón cortaviento de Gore-Tex.
Lo peor es que en la montaña puede pasar de hacer mucho calor a mucho frío en horas (30 grados de amplitud térmica no son raros y pueden darse 40) por lo que hay que hacerse a la idea de andar sacándose y poniéndose ropa varias veces.
Pies: botas dobles que como el nombre lo indica constan de dos partes, una interior, de tela, gruesa, que esencialmente provee aislación térmica pero no tiene resistencia mecánica. Esta parte interior va dentro de una carcaza plástica que la protege y aísla del agua y la nieve. En total, un par de botas de este tipo pesa cinco kilos o casi, y cuesta unos 300 dólares. Estas botas se parecen a las de esqui o de randoné pero no son iguales. Además de esto uno debe contar con un buen par de botas para andar, también de Gore Tex en su cobertura exterior y suela Vibram en su base (por la calidad y el amarre al piso que tiene esta notable marca registrada de suelas) para los días de caminatas de aproximación, donde no hay temperaturas tan extremas que justifiquen las plásticas. Acostumbrarse a caminar con botas pesadas y rígidas como las dobles de plástico, lleva su tiempo, no es sensato usarlas por primera vez en una montaña como el Aconcagua.
Además de las botas, los pies requieren medias gruesas, muy abrigadas. Aquí se usan medias con alto porcentaje de lana y el resto de material sintético. La lana y la pluma de ganso son los únicos materiales naturales aún en uso en la indumentaria de montaña. El algodón ha desaparecido totalmente y no tiene lugar ninguno en la mochila de un montañista.
Cabeza: protector solar de veras (bloqueador, 60 o más) no las porquerías que venden en las farmacias, protector de labios, pasamontañas de seda para los días de calor, de polipropileno para los días fríos, y sombrero alado y con respiración para protección solar. También lentes UV para montaña, para evitar el daño que el reflejo de la nieve hace en los ojos.
Manos: guantes finos, mitones (guantes muy gruesos que tienen sólo definido el dedo pulgar) y cubre mitones (guantes finos, de Gore-Tex, que protegen a los mitones de la nieve).
Mochila: debe ser de 85 litros, armazón interior y regulaciones varias que le dan flexibilidad en el uso, sea cuando se la llena al máximo o los días de cumbre, que se la usa casi vacía. Una Gregory (top of the line) como la mía, no baja de 250 dólares.
Sobre de dormir: También de pluma de ganso. Los hay de 0 grados, menos 10 grados, menos 20, menos 30 y menos 40. Este último es el recomendado y Ud. puede adivinar lo que le va a costar. Usar de menos como hizo alguno de mis compañeros, implica pasar frío, tener que dormir con tres capas de ropa y otras tantas prestadas para poner arriba del sobre.
Colchoneta: Están las comunes de espuma y las mucho mejores inflables llamadas Therm-a-Rest. Estas son infinitamente más cómodas y aíslan mejor del frío del piso. Obvio, son mucho más caras. ¿Pero es que hay algo bueno barato hoy en día?
Otros: Hacha de hielo, también llamada piqueta de montaña (preferiblemente de acero al carbono que es más liviano) para seguridad en caso de caídas, grampones (bases de metal para las botas, con 12 puntas que permiten caminar sobre hielo con total seguridad), bastones regulables en tres tramos, permiten caminar con mucha mayor facilidad que sin ellos una vez que se aprende a usarlos. Descargan mucho peso de las rodillas y dan equilibrio tanto al subir como al bajar. Es casi como tener cuatro patas.
Linterna de cabeza para los días que se sale a caminar de madrugada y no hay luna y para moverse en la carpa de noche. Sistema de hidratación (sean botellas Nalgene o “camellos” de espalda). Recuerde que hay que tomar no menos de cuatro litros de agua por día aún si uno no tiene ganas, y si es día de caminata fuerte, probablemente sean necesarios seis litros.
Botella de pis: (para orinar en la carpa sin tener que salir a la noche) Algunos tienen una botella especial. Los menos finos, como yo, usamos una de las de agua, a la mañana la vaciamos bien, la llenamos con agua y ojos que no ven, corazón que no siente, tomamos de ella durante el día sin problema. Es absurdo cargar más gramos que es lo que pesa otra botella. Todos estos envases son especiales, no botellas comunes, pues si no cerraran impecablemente imagine lo que puede suceder, ya que dormirá Ud. con su botella de agua y de orina dentro del sobre de dormir (para que no se congelen). Además están hechos de buen plástico, pues el de mala calidad se quiebra con los fríos extremos. Yo he visto botellas plásticas partirse en dos en la mano de quien iba a usarlas por este motivo.
Además, en el sobre meterá el interior de las botas dobles y las pilas de la cámara de fotos. Ninguno de estas cosas puede congelarse, sin que Ud. tenga un problema
Polainas: son una funda que cubre la parte inferior de la pierna y la superior de la bota, transformando ambas en una unidad, e impidiendo que piedras, hielo y nieve entren en la bota.
Todo esto se precisa, si uno no lo tiene tendrá que alquilarlo. El alquiler ronda un 25% del costo de la mercadería, o sea con cuatro expediciones largas, se amortiza el costo de compra, y se tiene la seguridad de usar lo mejor y a la medida de uno.
Y no hago referencia aquí a carpas ni calentadores ni ollas pues esto en las expediciones pagas lo pone siempre el guía. El calentador se usa no sólo para cocinar, sino para la aún más imprescindible tarea de fabricar agua líquida a partir de la nieve. Recuerde que no hay ríos que fluyan allá arriba, sólo nieve. Y que el volumen específico de la nieve es menor que el del agua líquida, lo que en buen criollo quiere decir que tendrá que recoger varias bolsas de nieve (para cavarla sirve también el hacha de hielo que se usa como seguridad) para poder tener agua para cocinar y beber. En general, desde que se llega a un campamento hasta que uno se va a dormir, el calentador no para de fundir nieve para uno u otro uso
Cubiertos (sólo cuchara y cuchillo) un plato y una jarra térmica (para té, sopa, etc.)
Último pero no menos importante, una buena y liviana cámara de fotos, recuerde que Ud. querrá recordar esta experiencia toda la vida, contársela a sus amigos e hijos. Ojo con las cámaras digitales, las baterías no aguantan un día en la altura, vaya a saber por qué.
Sobre el sexo en la montaña:
He notado que muchas personas tienen visiones totalmente falsas de este tema, a juzgar por las preguntas que me hacen. Cabe aclarar que en la montaña no hay más de, diría yo, 15% de mujeres, si bien este porcentaje está en franco aumento, ya que las mujeres por suerte cada día comprenden más que no hay campo alguno que necesariamente les esté impedido. Además, debe considerarse también que debajo de tanta ropa uno no sabe si está Claudia Cardinale o la Madre Teresa, por tanto todo avance prematuro hace que uno corra el riesgo de que le pase como al del tango: “…Era tan fulera que la vi y di un grito”
Además, nadie carga peso de más hacia arriba, por lo que los elementos que harían al sexo seguro son en los campamentos altos como los libros: objetos raros, que todos desearían tener para un día de aclimatación o descanso, pero que nadie está dispuesto a cargar.
Para sustituir los libros, hay dos técnicas: Una es recitarse poemas aprendidos de memoria, otra es copiar poemas del autor preferido de uno en letra chica, sin espacios blancos, doble faz y sin márgenes. Así, en una hoja carta caben 50 poemas de Borges. Para sustituir al sexo, bueno, no creo que sea necesario que yo me explaye en este punto, ¿No?
Esto sin contar que pocos montañistas están en condiciones de dejar bien alto el prestigio del género masculino frente a una dama, luego de subir o bajar montaña por espacio de 10 a 12 horas seguidas a cuatro, cinco mil metros o más. En esas ocasiones, uno encuentra mucho más estimulante una conversación con un colega de otro país, con el que se pueden cambiar culturas, ideas, experiencias.
En realidad y ahora en serio lo de las mujeres en la montaña es de veras elogiable. Considere que buena parte de lo que hay que cargar, es independiente de si uno es hombre o mujer. Y como ellas pesan menos en promedio, terminan cargando más que nosotros, medido en porcentaje del peso del cuerpo.
La otra desventaja con que ellas cuentan, es el no poder orinar fácil en un tarrito por la noche sin siquiera salir del sobre, como hacemos nosotros. Al respecto, Rob elogió mi espectacular técnica de orinado nocturno. Yo meo sin salir del sobre de dormir, sin incorporarme, sin prender la linterna de cabeza, una maravilla. El secreto consiste en mantener una falange de un dedo dentro del tarro para estar seguro de no exceder su capacidad, con consecuencias que no creo necesario detallar. Los otros cinco dedos de la otra mano mantienen el miembro “cabeza abajo” asegurado y preso en el interior del tarro, impidiéndole salir de excursión en medio del proceso sin haber cerrado el flujo de líquido, lo que sería otra tragedia. Hay un tema que no he conseguido resolver, sin embargo, y es el que ya desveló a Platón. Las últimas cinco gotas que inevitablemente terminan o en la ropa o en el sobre de dormir. Con el paso de los días, agréguese el sudor brutal, las manchas de comida y de protector solar, los mocos (y sí, ¿Qué pensás, que llevo un pañuelo aparte?) y se comprende que luego de una semana en la montaña, sin ducha ni inodoro, uno huele como el mismísimo Satanás, pero no a azufre precisamente.
Puede parecer que difícilmente se exceda la capacidad de un tarro de un litro, pero no es así. Con toda el agua que uno toma, seguramente orinará al menos un litro, tal vez uno y medio durante la noche. Si la botella se llena, simplemente uno abre la carpa y la vacía procurando no mojar las mochilas, bastones, y carcazas de botas que han pasado la noche en el ábside de la carpa.
Para ellas, orinar significa salir de la carpa al menos hasta el ábside. Y si uno duerme con ellas o a su lado, implica despertarse seguro, lamentablemente, con tanto cierre que se abre y se cierra. Por eso como compañero de carpa, es mejor un amigo. Ud. precisa dormir, créame. Para lo demás, tiene todo el año. Esto sin contar con que entre los sherpas, en Nepal, todo sexo más allá del campamento base es considerado una falta religiosa contra el dios o dioses que habitan en la cumbre. Ellos lo ven como pecado de los occidentales lascivos. Claro que esto no corre en Aconcagua, donde no hay sherpas y sólo occidentales –y orientales- lascivos.
Respecto a las necesidades sólidas, deberá hacerla siempre en una bolsa, pues hay que bajarlas con uno al descender de la montaña. Esto hoy no es obligatorio pero lo será el año que viene. Pero es una obligación moral, pues la montaña no aguanta más que miles de personas la caguen –en el sentido literal del término- todos los años. Así que sí, hágase a la idea, junto a su ropa y enseres cargará siempre una bolsa con mierda.
Las mujeres en la montaña, dos de ellas en particular, son las que han terminado con el machismo que había en mí (bueno, con casi todo, latino y sudaca soy al fin de cuentas). Una fue la brasileña que integró mi primera expedición a Bolivia y de la que hablo en otro lugar. La otra mujer que me movió la cabeza fue una india aymará en otra expedición en Bolivia.
Sucede que mi compañero y yo habíamos contratado porteadores. Para ello, a eso de las nueve de la mañana suben del pueblo tres hombres y una mujer para cargar nuestras dos mochilas. Yo no entendía bien para que habían traído a la señora, pero en fin. Terminó siendo que la señora era una de los dos porteadores, el otro era su marido. Llevó mil metros montaña arriba una de nuestras mochilas con unos veinte kilos. Y usaba polleras –un juego de tres o cuatro capas, pues su cultura le impide usar los mucho más prácticos y abrigados pantalones- Iba de sandalias, -el trayecto tenía varios manchones de nieve- mientras yo cuidaba mis pies con el mejor calzado de montaña del mundo (Botas plásticas dobles marca Koflach, modelo Artics, fabricadas en Austria, lo mejor del mundo, compradas en la mejor tienda de montaña de EE. UU.). Yo sin peso iba a la par, pero no pude conseguir evitar que me ganara por cinco minutos, pese a la carga, pese a la diferencia de ropa y calzado. ¿Se puede ser machista después de conocer mujeres como estas dos? ¿Tiene uno derecho a creerse mejor o superior por tener un pito entre las piernas cuando se es consciente que uno no podría igualar tamaña perfomance? Yo hice entonces un acto de humildad y ya no prejuzgo a nadie peyorativamente por su género o sexo o siquiera por su inclinación sexual. Queda uno en ridículo. Miro resultados, y admiro o no a la gente según lo que consigue y nada más.
¿Qué me llevó a querer subir el Aconcagua? Si Ud. no se aburrió aún y todavía está leyendo, se enterará ahora de lo más interesante. Era la noche del 2 al 3 de marzo de 1999. Yo vivía entonces en Brasil y esa noche estaba haciendo uma caminata por el parque “Serra dos Orgaos” en el interior del estado de Río de Janeiro. Luego de dos días de andar por la sierra, estaba acampando con amigos, hablando de bueyes perdidos. De pronto, todos ellos cayeron dormidos, casi desmayados, alejándose de toda conversación. El cielo se abrió y una voz me dijo exactamente: “Vas a subir el Aconcagua”, la voz desapareció, mis compañeros despertaron y volvieron a la charla social y nadie más que yo notó nada. Esto no se lo había contado a casi nadie hasta ahora, pero así ocurrió. Prometo que no estaba bajo el efecto de nada pues nada fumo ni consumo, y en las caminatas no da ni para llevar una cerveza, pues pesa mucho. Ud. puede creer esto que le cuento o no. A mí me da igual.
Durante años lo miré como a una amante joven y lejana, como Dante a Beatriz, como a todo lo que se desea con ansias y no se consigue. Siempre que volaba a Chile pedía ventanilla y del lado en que pudiera apreciar su belleza. Cuando crucé la cordillera manejando, me deleité con su feroz Pared Sur que se alcanza a ver desde la ruta. Durante estos casi cuatro años subí montañas en Brasil, Venezuela, Patagonia, Mendoza y Bolivia para prepararme, corrí siete maratones (de 42,195 kilómetros) y entrené diariamente sin faltar un día en todos esos años, ni por viajes, ni por enfermedad, ni por nada. He entrenado en parques de Córdoba, San José de Costa Rica, Nueva York, Montevideo y tantos otros lugares.
Hay algunas respuestas memorables e históricas a la inasible pregunta: ¿Por qué subir montañas? ¿Por qué pagar miles de pesos y patinarse gran parte del descanso anual pago para pasar mal, estar con frío, agotado, comiendo porquería para, en el mejor de los casos, estar sólo veinte minutos en la cumbre?
Daré sólo tres intentos de respuesta a esta pregunta. Una es de Roald Admunsen, el noruego que en 1912 fue el primero en llegar al Polo Sur. En una conferencia posterior a su expedición un periodista le preguntó: ¿Por qué el Polo Sur?
“Simple minds only have room for bread and butter”, (Las mentes simples sólo tienen espacio para pan y manteca) fue la respuesta de Admunsen, un poco agresiva pero que comparto plenamente.
Otra famosa es la de George Mallony, montañista inglés que en 1924 dejó la vida intentando escalar el Everest (casi treinta años antes de que fuera escalado por primera vez), cuando, al salir de Londres para Asia otro periodista le hizo similar cuestionamiento: ¿Por qué quiere Ud. subir el Everest? “Because it is there” (Porque está allí), fue la respuesta de Mallony, una respuesta que los no montañistas siguen considerando estúpida al día de hoy, pero que para los montañistas es verdad revelada, palabra de Dios, te alabamos Señor.
La tercera y última no viene de la montaña, pero igual aplica. Un día circulaba yo por una autopista de EE. UU. cuando tuve que disminuir la velocidad y luego parar por una enorme manifestación de dueños de motocicletas Harley Davidson, la flor y nata de las motos del mundo. Había no menos de 150 de ellas, de todos los tamaños y modelos. Sus dueños las mostraban con orgullo a los ojos del mundo. Un turista preguntó al que tenía más pinta de líder del conjunto, porque tanto escándalo por una “simple” marca de motocicletas.
El hombre, musculoso y tatuado, con barba hasta el pecho y ombligo a la vista, puso uno de sus enormes brazos cariñosamente sobre el hombro del cuestionador y le dijo “If you have to make the question, you will never understand the answer” (Si necesitás hacerme la pregunta, es porque nunca entenderías la respuesta).
Así son los pasatiempos, las verdaderas pasiones. No obedecen racional alguno ni pueden responder preguntas basadas en pura lógica.
El nombre de la montaña le fue puesto por los incas, o sea, es quechua. Tiene varias grafías, Ancocahuac, Akon kahuak y otras. Recordemos que los incas no escribían, así que todos los nombres son transcripiciones al alfabeto usado por los españoles del sonido que ellos recibían de los indios. Anco quiere decir blanco o piedra y cahuac, centinela. O sea, Centinela Blanco o también Centinela de Piedra es como se supone llamaban los incas a la montaña. Créase o no los incas la subieron –no se sabe hasta donde-, ya que se han encontrado momias de niños incas (así como en la montaña chilena El Plomo que yo también subí, no deje de leer la apasionante crónica de ese ascenso). La momia inca hallada a más altura en los Andes fue en el Llulllaillaco, a 6721 msnm, en el desierto de Atacama, en Chile. En el Aconcagua se encontró a gran altura el cadáver de un guanaco (se considera imposible que este animal hubiera ido solo tan lejos, tiene que haber sido llevado). La momia hallada en la zona del Aconcagua fue hallada en el Cerro Piramidal a 5200 msnm, conservada no por embalsamiento sino por la sequedad del aire. Si los incas llegaron a la cumbre del Aconcagua o no, no lo sabemos hoy y quizás no lo sepamos nunca.
No es posible hablar del Aconcagua y su zona de influencia sin mencionar el notable cruce de la cordillera por el ejército de José de San Martín en 1817. Hablarle de esto a los argentinos de ustedes es innecesario porque forma parte de lo más central de la historia patria y es por todos conocido, pero no es lo mismo para mis lectores de otras nacionalidades. Nadie había cruzado antes la cordillera con un ejército, San Martín lo hizo con algo más de cinco mil hombres sorprendiendo a los españoles en Chile –entonces Capitanía General de Chile- de tal forma que los derrotó en breve plazo en un número de batallas reducido. Centenares de cadáveres de mulas, caballos y algunos soldados jalonaron el paso de las tropas del héroe nacional argentino. Son esos cadáveres los que luego permitieron rastrear el exacto paso por donde cruzaron. Lo que hizo grande al General era su capacidad de romper paradigmas. Nadie en su sano juicio podía pretender atravesar los Andes a principios del XIX con un ejército. Él lo pensó y lo hizo. Por eso era un grande.
El primer occidental que intentó escalar el Aconcagua fue el alemán Paul Gussfeldt en 1832. Llegó a 6560 msnm y no hizo cumbre, pero dejó claro por donde debía intentarse, o sea, cual sería la que hoy llamamos Ruta Normal (es la denominación que se da en toda montaña a la forma más sencilla de llegar a cumbre)
El primero que llegó a la cumbre fue el guía suizo Matthias Zurbriggen el 14 de enero de 1897. La ruta que usó es casi exactamente la que hoy es llamada Ruta Normal. Zurbriggen murió pobre, solo y borracho en su Suiza natal. En 1997, cuando se celebraba el centenario de ese primer ascenso, su nieto viajó a Mendoza a subir la montaña que su abuelo había alcanzado por primera vez.
En 1934 un grupo de polacos alcanzó la cumbre por una vía mucho más compleja y técnica (hoy llamada “de los polacos”).
Pero la única pared realmente difícil de esta montaña, la única que motiva a profesionales es la Pared Sur. Consta de una vertical de tres mil metros de granito no muy sólido, donde es difícil fijar elementos de alpinismo. Una expedición francesa la conquistó por primera vez en 1954. Muchos de sus integrantes sufrieron congelamiento y amputaciones. La Pared Sur tomaría la vida de muchos grandes escaladores, entre ellos Mozart Catao en 1999. Catao era el mejor escalador brasileño de su tiempo y uno de los únicos dos en su país que había escalado el Everest (el otro es Nicklewitz, que recientemente subió K2, la montaña más difícil del mundo). Yo estaba en Brasil cuando falleció y conocí gente que lo conoció íntimamente. Yo viví su muerte como otros brasileños vivieron la de Ayrton Sena. Fue una tragedia, especialmente la muerte de Othon –ya que la de Catao fue instantánea, consecuencia de una avalancha-. Othon quedó colgado a seis mil metros en una posición donde no había posibilidad de rescate (los helicópteros no vuelan tan alto y si lo hicieran, no hubieran podido acercarse a una pared vertical sin quebrar sus aspas), hasta que sus fuerzas se extinguieron y murió. Un amigo común fue el que mantuvo todo el tiempo contacto con Othon por radio desde el campamento base. Me contaba que lo escuchaba cada vez más lento y más débil. Sus últimas palabras fueron más o menos (cito de memoria) “Nao fica triste por mim, cara, beba um vinho na minha saude” (No te quedes triste por mí, man, tómense un vinito a mi salud)
Perón dio mucho empuje al montañismo en Argentina y fue en sus primeras dos presidencias que se construyeron los refugios. Pero el establecimiento del Parque Provincial Aconcagua esperaría hasta 1983 con el retorno de la democracia al país. Hoy más de dos mil montañistas intentan conquistar la montaña cada año. No más del diez por ciento de ellos lo logran.
Aconcagua tiene 6959 msnm y es la montaña más alta del mundo fuera de Asia. Le sigue Ojos del Salado, en Chile con pocos metros menos (6900). El cerro está totalmente en Argentina y no es limítrofe como creen algunos desinformados. Recordemos que el criterio de frontera es la divisoria de aguas, no las más altas cumbres. Una misma altura en los Andes produce más efecto en los seres humanos, que esa misma altitud en el Himalaya. Esto es debido a que la cobertura vegetal desaparece a los 3500 msnm, mientras que en el Himalaya esta existe hasta los 5000. Esto hace mucha diferencia psicológicamente
Y así, este racconto llega a su fin. ¿Volveré el año que viene a intentar la cumbre que este año no conseguí? No lo sé aún. Por un lado odio dejar las cosas por la mitad, por otro, no sé si tiene sentido asociar tanto esfuerzo y dinero nuevamente sólo por los menos de 500 metros que me faltaron.
No lo sé. Como dije, habrá que esperar un año para saberlo. Esta no es una crónica con final definido por tanto.
Me despido de Ud., de la manera que solemos hacerlo los montañistas cuando uno parte hacia la cima: Buena cumbre, para Ud. y su vida.

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