Aconcagua (II) (1-2005)


La montagne: Y remonterai-je? Oh oui Je le sens bien! J´irai m´asseoir encore au crépuscule, comme un fiancé de la nature, sur les sommets stériles et solitaires où brillent les froids du nord: y rêver dans l´azur au printemps de ma vie, et rajeunir mon coeur dans la blancheur et la sérénité des dômes éternels, dans la sainteté de Thabors de neige, où cerné par le vide, le frimas et la mort, on songe avec autant d´amour que d´amertume, aux heures bénies, aux jours trois fois heureux, aux belles années qui ne reviendront plus, mais dont le souvenir embellit toute la vie

Comte Henry Russell
Souvenirs d´ un montagnard

La montaña: ¿La volveré a subir? Sí, sé que sí. Iré a sentarme una vez más a la hora del crepúsculo, novio de la naturaleza, en las cimas estériles y solitarias donde brillan los fríos del norte: soñar allí con el azul de la primavera de mi vida, rejuvenecer mi corazón en la blancura y la serenidad de los domos eternos, en la santidad de los picos cargados de nieve, en donde rodeado por el vacío, la escarcha y la muerte, uno piensa con tanto amor como amargura en las horas benditas, en los días felices, en los años hermosos que no volverán, pero cuyo recuerdo embellece por siempre la vida.

Conde Henry Russell
Recuerdos de un montañista

Acabo de volver de mi tercer intento no exitoso de alcanzar la cumbre del Aconcagua. Si Ud. lector concluye de esto que como montañista soy patético, no se equivoca. Pero permítame explicarle el contexto.
Enfrentamos una gran tormenta en Berlín (el campamento de altura, a 6000 metros sobre el nivel del mar, msnm). A las siete de la tarde, el termómetro marcabas -15 C y a esa hora aún brilla el sol, lo que permite suponer que a la noche la columna mercurial probablemente descendió a -25 C. Y esto no tiene en cuenta el efecto del viento (sensación térmica) que reduce aún más los guarismos mencionados. Las ráfagas eran tan fuertes que levantaban piedras que golpeaban las carpas como misiles, además de cortar sus sogas de sujeción. En ocasiones, su fuerza nos empujó fuera de los senderos, a tipos fuertes, pesados y cargados con mochilas.
La visibilidad era muy mala, casi cero en ocasiones. Con las carpas en riesgo de colapsar, decidimos irnos todos al refugio construido por los alemanes que afortunadamente allí hay. Sólidamente construido en madera, resistía las piedras y el viento mucho mejor que nuestras carpas. Dios bendiga la solidez germana. Nosotros construimos refugios, y más tarde o más temprano las tormentas los destruyen. Los hacen los alemanes, y permanecen para siempre, aún si las propias montañas que los sostienen desaparecen.
Éramos ocho hombres y una mujer en un piso de 12 metros cuadrados, en el cual teníamos que dormir y cocinar. Humedad por todos lados, pedos y vómitos (¡felizmente los que vomitaban no estaban cerca de mi sobre de dormir!)
Desde el hotel en Plaza de Mulas, donde está el campamento base para subir la montaña, a 4000 msnm (casi la altura de la cumbre el Monte Blanco en Europa, y esto es sólo la base del Aconcagua), para aquellos de ustedes que conocen la zona, no se veía nada. Como si la enorme montaña no estuviera allí. Todo blanco. No había diferencias entre el cielo y la tierra, no se veía el horizonte. Tuvimos que volver hacia Horcones usando botas dobles plásticas de alta montaña hasta al menos un hito llamado Teniente Ibáñez (comienzo de “Playa Ancha”)
Nevó hasta en la carretera a Chile y el paso internacional fue cerrado (algo poco usual en verano). Dos montañistas (ninguno en mi expedición y uno de ellos no en la ruta normal sino en el Glaciar de Los Polacos. Hago estas aclaraciones para no magnificar la cosa) tuvieron dedos congelados, aunque felizmente no en forma permanente, los recuperarán, dicen los médicos. Un tercer hombre fue retirado de la montaña en estado de shock por los guardaparques y varios fueron evacuados en helicóptero hacia la “civilización”, aunque esto es rutina diaria en Aconcagua, nada especialmente relacionado con la tormenta. Finalmente, lo más lamentable, dos montañistas franceses desaparecieron ese día, pero en la Cara Sur, la verdaderamente profesional del Aconcagua (nosotros escalamos por la ruta normal o Cara Norte).
Lo malo, es que yo había llegado a Berlín (el campamento alto como ya dijimos, ¡no la capital alemana!) con mucha fuerza. Todos los otros clientes expedicionarios yacían en sus carpas, y yo estaba compartiendo tareas con los guías: quebrando hielo para despejar el suelo y poder colocar las carpas sobre tierra, recogiendo nieve para fundirla y hacer agua (no hay agua líquida a esa altura, ni nada verde, ni animales, ni vida de ningún tipo), levantando carpas. Me sentía como si estuviera a nivel del mar. Ni cansancio ni dolor de cabeza ni soroche. Nada.
Rob, vas a tener que conseguir un traductor para el texto más extenso que estoy empezando a escribir en castellano, dado que te menciono en él. Vos estabas en espíritu en Berlín conmigo. Vos has sido y seguís siendo, el mejor compañero de carpa que he tenido. Espero que esto no hiera los sentimientos de los otros. Decir que Shakespeare es el mejor escritor anglosajón, no es hablar mal de Henry James.
Marcos (C.), te vi por un instante en el “viento blanco”. La gente no creerá que vos hayas podido subir con tu única pierna, pero lo hiciste porque yo te vi allí rodeado de furia y gloria. A quién le importa lo que diga o crea la gente.
Dado que uno toma mucho jugo en polvo en la montaña (el agua no tiene ni sales ni minerales y los jugos en polvo los contienen en gran cantidad) así como galletas y pastas, yo había arreglado con amigos y contactos para enviarle a los guías un camión de productos de mi compañía antes de iniciar la expedición. Pese a esto, en esporádicas ocasiones me dieron producto de la competencia, por lo que les dije que si en el 2006 esto se repite, los mataré con mi piqueta y simularé un accidente de montaña.
Otorgué rangos militares a todos los miembros de la expedición, siguiendo mi enfoque castrense de las cosas. Así, éramos mariscales, coroneles, tenientes, cabos y soldados. Tuve mucha dificultad en hacerle entender a Adrián que, dado que él era teniente y yo cabo, no podía dirigirse a mí con un “Por favor“ o “Gracias”. Pero Adrián es un gran montañista y los montañistas son tan afectos a la disciplina militar como yo a la diplomacia y los buenos modales.
La tormenta afectó la mayor parte del país. El taxista que me llevó del aeropuerto a casa me dijo que la costanera de Buenos Aires se inundó, y que cayeron árboles que mataron personas (¡la ciudad puede ser más peligrosa que la montaña!) y en la balnearia ciudad de Mar del Plata, los veraneantes maldecían a San Pedro por no poder ir a la playa. Los barcos al Uruguay se suspendieron y los puertos fueron cerrados.
Yo todavía tengo problemas para usar el teclado, pues mis dedos no responden exactamente a las órdenes que reciben. Ojalá uno tuviera esta excusa en forma permanente para justificar faltas de ortografía.
Utilicé los servicios de Meridies, la compañía propiedad de Diego Magaldi y Diego Alolio, con la cual quedé muy satisfecho, especialmente con la presencia de ese notable guía de montaña y gran amigo que es Adrian Penzotti. También tuve oportunidad de conocer a un nuevo y eficiente guía como es Craig Ross.
La gente no entiende como “desperdicio” (es el verbo que usan) mis vacaciones anuales y gasto miles de pesos para casi congelarme, comer polenta y morir de cansancio. Yo cierro mi boca y ni siquiera intento explicarme. “Si precisás preguntar qué cosa es una Harley Davidson, nunca entenderás la respuesta”, rezaba una inscripción en la remera de un motociclista que conocí una vez en un encuentro de motos en Nueva York.
¿Cómo hacerles entender que no son tanto las cimas lo que me atrae, como la experiencia de montaña? Tú me enseñaste esto, James, el día que decidiste no esperar por las sogas para subir a la cumbre del Vallecitos “diez metros no hacen ninguna diferencia”, dijiste antes de darte media vuelta y comenzar el descenso. Tú habías escalado Denali, la más fría montaña del mundo, en Alaska y sabés de qué se trata este deporte. Nada necesitabas probarle a nadie. Ese día marcaste mi alma y mi mente para siempre. ¿Cómo explicarles que busco más intentos que éxitos? No tanto responder preguntas, sino mantenerlas abiertas (aprendí esto de vos Michelle, y tu enfoque coach de la vida. No creas que pasaste sin dejar huella). ¿Cómo explicarles que disfruto maltratando y castigando el cuerpo tanto como sea posible? Mi herencia judeo cristiana, supongo, que reclama esfuerzo y sacrificio diariamente.
Parece totalmente estúpido, lo sé, pero si Ud. pudiera sentirse tan cerca de ÉL como uno se siente allá arriba, tal vez comenzaría a entender.
Mc Arthur dijo al ser expulsado de Filipinas: “Volveré”. Y cumplió su palabra. Yo lo haré también. Quizás me tome mi familia, los ahorros de una vida, mis dedos de las manos o los pies. Reinhold Messner vio morir a su hermano en Nanga Parbat, lo dejaron dos esposas y perdió la mitad de los dedos de los pies para ser el primer hombre en subir solo el Everest, el primer hombre en subir el Everest sin oxígeno cuando los médicos decían que era imposible, el primer hombre en subir el Everest solo y sin oxígeno y el primer hombre en subir las 14 montañas del mundo con más de 8 mil metros. Quizás me tome todas las vacaciones desde hoy al día de mi jubilación. Pero volveré, seguiré intentándolo. Aconcagua es mi casa a esta altura. Y los fracasos sólo aumentan mi interés. Como una mujer que dice no en la primera, segunda y tercera citas. Sólo está echando leña a las llamas.
Si Ud. quiere durar, viva. Si quiere experimentar la vida, suba montañas.

P.D. Felicitaciones, Marcos (D.). Escuché las noticias de tu casamiento en la montaña. Los montañistas comparten sus noticias en la altura. Es la ley de la naturaleza.
La vida es la búsqueda de una cumbre, de un ideal, que justifique el haber vivido.
Dalai Lama

1 comentario:

José Antonio dijo...

Hola. He encontrado tu página por casualidad, buscando en información en la red sobre montañismo. Me ha sorprendido gratamente. La forma de contar tus experiencias me ha encantado. Y el poema con que comienzas esta entrada me ha emocionado. Tienes razón, lo que uno siente al subir a las montañas, con el esfuerzo que requiere, solo lo entiende quien ha subido a ellas y ha sufrido ese esfuerzo y ha vivido un momento allí arriba. Por eso me han emocionado tus relatos tan humanos de esos ascensos. Veo que hace tiempo que no tienes nuevas entradas, ¿no subes ultimamente?

Recibe un saludo de otro enamorado de las montañas, aunque las que yo subo (los Pirineos de España) son "de juguete" en comparación a las tuyas.