Annapurna (1-2000)


Ha sido un fin de semana muy largo. Los otros dos se me hicieron llevaderos porque enganché un amigo que es muy buen caminante, y salimos a andar por sierras y morros de la región. Este fin de semana él estaba ocupado y como no tengo absolutamente ningún conocido que no esté en este enero de 2000 de vacaciones, estaba total y cabalmente solo. Como dice Cortazar en Un tal Lucas, las noches llegaban como un tren atrasado en un andén lleno de viento (notable metáfora). Vi cuatro películas y leí un libro entero, de tapa a tapa. Del libro quería hablarle.
Se trata del relato que hace Maurice Herzog de su ascenso al Annapurna. Herzog es francés –creo que aún vive, debe estar cerca de los 80 años- y fue el primer hombre –junto con su amigo Lachenal- en subir un ochomil, o sea, una de las 14 montañas de más de ocho mil metros de altitud (todas ubicadas en el Himalaya). Lo logró en 1950, tres años antes que Hillary subiera el Everest.
Fue una odisea. No tenían ni mapas, no existían en esa época y por tanto no sabían exactamente donde estaba la montaña. Tuvieron que mapear la región antes de pensar en subir. Obvio que no había rutas definidas sino que, por prueba y error, fueron determinando la mejor vía de ascenso.
Herzog era líder de una gran expedición francesa formada por seis montañistas, todos ellos guías de montaña en Chamonix. Chamonix está al pie del Mont Blanc, y es la capital francesa y europea de los deportes de montaña. El pueblo ha evolucionado mucho desde los tiempos de Herzog. Hoy continúa siendo un polo que atrae a montañistas de todo el mundo, pero el consumo y las grandes marcas lo han transformado también en un lugar donde se va a ver gente linda y ser visto, a exhibir ropas deportivas de marca, etc.
Herzog cometió claramente error de exceso de motivación. Dos de los montañistas le advirtieron que las condiciones no permitían um intentod de cumbre, pero él insistió. Un gran montañista, un mal líder. El Monsón, ese fenómeno climático que afecta gran parte del Asia, estaba comenzando. Sabían por radio que ya había llegado a Calcuta, lo que quería decir que en escasos días más estaría sobre el Annapurna. El Monsón –estrictamente un viento- trae consigo lluvias torrenciales en los valles y grandes nevadas en las montañas. No es posible subir montañas en el Himalaya durante esa época.
Herzog y Lachenal, los dos que alcanzaron la cumbre, agarraron las primeras manifestaciones del Monsón –tormentas suaves, suaves para el valle, durísimas en la montaña- al comenzar el descenso. Herzog, para peor, perdió sus guantes de abrigo y el atontamiento que naturalmente afecta a las personas a esa altitud le impidió recordar que tenía un par de medias extra en la mochila que hubieran servido como guantes, al menos como paliativo.
Ambos tuvieron amputaciones varias debidas a la necrosis. En el caso de Herzog casi todos los dedos de los cuatro miembros. Salvó los pies y las manos porque en un campamento intermedio tenían un médico al que le debe no sólo los cuatro miembros sino la vida. Lachenal también tuvo amputaciones. Los otros dos, consiguieron sobrevivir sin perder ninguna parte de sus cuerpos, aunque tuvieron congelamiento temporario y ceguera por reflejo de la nieve, al punto que debieron bajar a tientas, lo que no es fácil ni seguro.
La evacuación fue toda por tierra, no había en la época en Nepal helicópteros disponibles para rescate. Hoy en día, hubiera tenido seguramente que bajar hasta el campamento I o tal vez inclusive hasta el Base, pero desde allí lo hubiera llevado directamente un helicóptero hasta un hospital, sin tener que descender todo el valle, pueblo por pueblo, lo que llevó muchos días y sin duda aumentó el daño permanente que les quedó.

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